"El riesgo más grave del mercado literario, en su conexión con el sistema de medios de formación de la opinión pública, es encontrarse un buen día con que uno tiene un curriculum y un álbum de fotos en lugar de una vida (Manuel Sacristán, en estos lances, prefería hablar de ridiculum vitae); y que ha escrito lo que podía vender en lugar de lo que tenía que decir. Se es poeta cuando se tiene una palabra por decir (seguramente una sola, aunque por lo general ande repartida en muchas canciones, en muchos cuentos, en muchas ciudades). Si se llega a decir esa palabra la vida está cumplida en cierta forma esencial, aunque sea breve o se malogre en otros aspectos importantes. Hoy, en cualquier capital española, es fácil encontrar poetas aprendices muy jóvenes, de dieciocho o veinte años, ya con algún premio local ganado, plaquettes y algún libro publicado, coordinadores de una revista o colaboradores esporádicos de la prensa local. Para ellos, la tentación de dedicarse a construir una carrera literaria en lugar de a escribir es muy grande: pero se trata de caminos divergentes, aunque el estruendo mediático muchas veces nos dificulte percibirlo."
Ho deia Jorge Riechmann, entrevistat per Noemí Montetes a Barcelona Review. Hi he ensopegat, mentre buscava una altra cosa, i m'ha fet pensar en aquesta gent que va publicant llibrets per aquí i per allà gràcies a les seves habilitats (molt lloables), però que encara no s'han adonat o no es volen adonar que ni ens diuen res de nou, ni ho fan amb cap gràcia, ni ens calia escolatar-ho o llegir-ho, ni ells els calia dir-ho, ni escriure-ho, ni el país, ni la literatura nacional ho necessitava, només ho reclamava el seu curriculum.